La ética de la sinceridad
Si este texto le parece desordenado, es porque, probablemente, ese es su
propósito. No le saludo porque no sé si estoy frente a usted o a sus espaldas.
Así, sobre Martí, y no en verso baladí ni rimas forzadas, quiero mi alma dejar
aquí. No puedo reflexionar sobre ética y estética pues he sido reparado varias
veces y eso me impide ser sincero. Cinética es mi memoria en esto de atender a
las posibilidades; sin ética es la historia de las decisiones, es tétrica, más
llena de fantasmas que de esperanzas. Claro, es obvio (detestable palabra,
¿cómo jugar con ella?).
Parece que la estética de Martí planteaba una ética de la sinceridad: el
arte solo cuando es reflejo de la verdad es útil, bello, aporta a la
construcción del hombre.
Parece que yo, pretensioso, busco en estas palabras lo que alguna vez
Savater, citando a un amigo suyo, llamó la estética del estremecimiento: pues
no es solo lo armónico lo que nos convoca, sino todo aquello que pueda
sacudirnos, hacernos vibrar, y "cuando pase el temblor" (Cerati),
hacer la catarsis.
¿En qué íbamos? Sí, Martí también tenía entre sus ideales la justicia,
que esperaba no solo para su gente sino también para la poesía (para ella y
desde ella). La libertad, este ideal, ordena los deseos y las letras, la
filosofía, las cadenas.
Sintetizar el pensar es una soga al cuello. Debí comenzar por aquí.
Vale.
¿Para
qué la literatura en tiempos de violencia?
"El silencio ante Auschwitz puede ser el olvido, obviamente, pero también puede
significar una forma de expresar lo indecible, lo incomunicable a través de otras formas de
expresión (…) es a través del lenguaje, en toda la gama de sus formas expresivas
dentro de la cultura, el medio a través del cual podemos transmitir la memoria
de ese horror, y el de otros todavía vigentes." (Bárcena – Mélich, 2000)
La literatura puede ser complicidad o resistencia,
pero siempre tiene "algo de ajena" al sistema, que no la puede
controlar totalmente. Ahora, cuando se trata de analizarla como expresión en
tiempos de violencia, hay que entenderla como necesidad, como ejercicio de
memoria para mantener viva la polémica acerca de causas, consecuencias,
responsabilidades con el pasado y el futuro (pues el presente, efímero, intangible
deja de ser importante); lo que viene es siempre una oportunidad.
Los textos pueden ser espejos para los afligidos (Petit,
2003), un enfrentamiento consigo mismos vislumbrando una raya de luz sanadora;
combatiendo así la "industria del miedo" que denuncia Eduardo Galeano;
conjugando nuestros saberes e ideas en una pedagogía de la esperanza (Freire)
que nos invite a leer la vida de nuevas maneras, en torno al respecto de la alteridad y los
aprendizajes significativos como ladrillos vitales en el armado de sociedad. Aquí,
la literatura se reafirma como herramienta, como arma de construcción masiva y
personalizada, como paradoja deleitable, al alcance de todos, distrayéndonos de
la tentación de invadir países o personas con fines materialistas, haciéndonos
olvidar rencores con nosotros o los otros, ayudándonos a entender el porqué de
las cosas y dándonos más preguntas para debatir, para disfrutar de la
controversia.
Giovanny Oliveros P.
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